viernes, noviembre 21, 2008

ESPECIAL INVASIÓN ALIENÍGENA 1



El terror de más allá de las estrellas, algo que el hombre teme desde que comprendió que podría no ser el único organismo que poblaba el inabarcable universo. ¿Fantasía o realidad? La verdad es que es una de esas preguntas que aún no se pueden responder con certeza. Si hay hombrecillos o monstruos del espacio que quieran venir a esclavizarnos o sencillamente a desintegrarnos aún está por ver.


Por eso aquí en PasionPulp, y con motivo del inminente estreno de la nueva versión de Ultimátum a la Tierra en diciembre, queríamos prepararos a todos los PulpoManíacos para la invasión. Los malvados extraterrestres pueden tener montones de formas y colores, así como temibles armas para acabar con la humanidad…


¿Quieres empezar a conocer las películas preferidas de este género en PasionPulp? Pues pellizca el enlace debajo para entrar en la primera parte del Especial Invasión Alienígena!



Especial Invasión Alienígena 1: La Guerra de los Mundos


El planeta origen

Y que mejor que empezar por la invasión más clásica de todas, la genial obra engendrada por el autor H.G. Wells. De hecho, a día de hoy, constituye el referente más claro en cuanto a conflicto entre extraterrestres conquistadores y los humanos que intentan resistir. Y por supuesto, también ha dado lugar a diversos tipos de adaptaciones y continuaciones a lo largo de los años desde que se publicara la novela original hace 110 añitos. Desde el encontronazo de los marcianos con el detective más famoso de la historia en Sherlock Holmes’ War of the Worlds, hasta la otra cara de la invasión de Wells con otras creaciones literarias victorianas en el cómic La Liga de los Hombres Extraordinarios de Alan Moore, ha habido derivaciones en todos los medios conocidos.


La variación del relato de Wells más famosa, sin embargo, no sería precisamente ni en papel, ni en celuloide, si no en formato radiofónico, que además sería una de las primeras grandes aportaciones del genio Orson Welles al medio auidiovisual. Como muchos ya sabréis, el serial de radio narrado por el propio Welles en 1938 estaba contado de una forma tan realista y plausible que muchos espectadores que captaban el programa por la mitad creyeron realmente que los marcianos invadían los Estados Unidos; cosa que se cambió del original en el que los extraterrestres aterrizaban en Inglaterra.


Los documentos fílmicos

Aún así, el cine no se quedó atrás a la hora de representar el trabajo de Wells, y en la década de los cincuenta, el famoso productor de ciencia-ficción George Pàl apostaría para trasladarlo a la pantalla, si bien los parecidos con la novela homónima eran mínimos. De nuevo, se traslada la acción a la época contemporánea al film, además de cambiarse el escenario de Inglaterra a California. Pero las divergencias con el libro no acababan ahí, ya que ninguno de los personajes protagonistas de la película aparecían en la novela, omitirían los terroríficos Trípodes para sustituirlos por unas naves espaciales con aspecto de manta raya que portaban una especie de silfo que dispara rayos láser e incluso cambiaron parte del sentido que quería dotar Wells a la historia en la que se criticaba el colonialismo y las clases sociales por un tono innecesariamente religioso (incluso la derrota de los marcianos tiene lugar frente a una iglesia).





Como película de ciencia-ficción de la época tenía su gracia, sobre todo debido a los meritorios efectos especiales que ganaron un Oscar, aunque a día de hoy han quedado claramente obsoletos. Se la considera un clásico del género, aunque como en muchos casos con este tipo de películas, entra más en juego el factor nostalgia que otra cosa. Las actuaciones y el guión no es que se diga que fueran estelares tampoco, aunque es la primera película que recuerdo en la que se intenta eliminar a la amenaza extraterrestre con una bomba nuclear (sin resultado), cosa que luego se ha copiado hasta la saciedad.


Recientemente, los marcianos atacarían de nuevo la Tierra bajo la batuta del que es quizás el mayor experto en el campo de las películas sobre alienígenas, Steven “el Rey Midas” Spielberg. Aunque quizás deba puntualizar que en esta adaptación los invasores provienen de un planeta desconocido y no precisamente del plantea rojo.





Al igual que en la anterior adaptación de George Pàl, Spielberg y su recurrente guionista David Koepp, decidieron hacer algunos cambios sobre la historia original, así como la temática. Aún así, la película es increíblemente fiel en espíritu a lo que Wells retrató en su época. En ambas historias, el conflicto se vive a través de un don nadie que se ve envuelto sin quererlo en el cruento acontecimiento, sólo que en esta última versión, se sustituye el personaje solitario de la novela para hacerlo un padre de familia separado que tiene que cuidar de sus dos hijos. También vuelven los Trípodes y su imponente y desgarradora magnificencia, así como las enredaderas rojas, aunque los alienígenas no tienen el aspecto parecido a un pulpo que se describe en el libro.






Pero el más interesante de los cambios no tiene que ver con el nivel estético, si no temático, ya que seguir la crítica al colonialismo que imperaba en la sociedad inglesa de la era victoriana no tiene mucho sentido en los tiempos que corren. En lugar de eso, Spielberg critica, de forma análoga a la que Wells hizo en su época, el gobierno de su país (y aquellos otros que le siguen) por las acciones bélicas que estaban llevando a cabo contra otros territorios simplemente por estar en una situación de superioridad. Además, hecha mano de lo aprendido en La Lista de Schindler para mostrar unas imágenes de lo más crudas, como la idea de convertir a los estadounidenses en refugiados, una realidad visible hoy en día en otros países que no tienen que ser precisamente subdesarrollados. De la misma forma, potencia el sentimiento y acciones de los ciudadanos cuando se convierten en masa y son capaces de hacer las acciones más terribles con tal de sobrevivir, como demuestra esa escena en la que quieren robar el coche a los protagonistas o la del personaje encarnado por Tom Cruise cuando acaba encerrado con Ogilvy (escena también muy parecida en tono y acontecimientos a un pasaje del libro). El realismo tan intenso y visceral que desprende la película la colocan como uno de los mejores trabajos de Spielberg y una de las últimas películas de Sci-fi más brillantes de esta época, por no decir que es una de las películas sobre alienígenas más perturbadora que existe, y no precisamente por los seres de otro mundo.


La anatomía del invasor

Aunque en la novela original de Wells se retrata a los seres extraterrestres como una especie de octópodo totalmente dependiente de las máquinas (como una visión de futuro para la propia humanidad), en las adaptaciones cinematográfica que la siguieron, los aspectos diferían bastante entre sí.


En el film del 53, los marcianos tenían un aspecto más antropomórfico, con sus dos piernas y sus dos brazos, aunque cada uno de ellos acababa en manos y pies de tres dedos. También carecían de cabeza, o por lo menos de cuello, ya que la parte central del alienígena se situaba entre los voluminosos hombros, como empotrada literalmente dentro el tronco. Un solo ojo podía apreciarse en la supuesta cara, un órgano visual que a su vez contaba con una fragmentación en tres partes claras cada una de un color distinto: rojo, verde y azul.






Su armamento consistía en naves espaciales que flotaban sobre el suelo gracias a corrientes electromagnéticas, y que además portaban un fino cañón con forma de cuello de cisne sobre la parte superior. El resultado, un arma temible para la humanidad, que sólo podía ser testigo de su propia destrucción bajo los rayos láser de sus enemigos.





El equipo artístico de Spielberg en 2005, formado por la Industrial Light & Magic, Stan Winston Studios y el estudio cofundado por Doug Chiang Ice Blink, tenían otra visión del extraterrestre. En principio tendieron también un poco a la humanización de la criatura, aunque decidieron dotarle de tres extremidades locomotoras, ya que el número tres y los triángulos iban a ser una constante en el diseño y cultura de estos seres. De hecho, los brazos acaban en manos de tres dedos que son exactos a la versión de 1953, como un homenaje al film anterior. También se le incorporaron al alienígena un par de bracitos cortos en el pecho que les ayudaría a coger y manipular objetos. Tras rechazar la idea de ponerle tres ojos, los diseñadores decidieron dejarlo en dos para que no pareciera demasiado extraño, aunque la cabeza se prolonga hasta formar una especie de cúpula triangular. Hay quien dice que el diseño final guarda demasiados parecidos con el alienígena ya descrito en la película Independence Day, aunque sólo hay que observar ambas criaturas para darse cuenta de que no es así. Próximamente en PasionPulp podréis comprobarlo.







En cuanto a su maquinaria de guerra, podemos observar que finalmente volvieron a la idea original de Wells de los trípodes, cosa que beneficia gratamente a la película por alejarse del tópico del platillo volante. La presencia de tales vehículos es aterradora y usada de forma análoga al escualo protagonista de Tiburón (también de Spielberg), y su diseño es orgánico y mecánico al mismo tiempo, gracias sobretodo a las patas flexibles con las que cuenta. Los detalles abundan en el diseño de los trípodes, ya que al verlos de cerca se pueden apreciar cientos de triángulos translúcidos que forman su estructura, así como escrituras alienígenas en algunas zonas. Su cañón desintegrador es lo más temible de estos titánicos vehículos, ya que son capaces de convertir cualquier ser orgánico en cenizas, un motivo estético que el propio Spielberg pensó como alegoría del 11-S.






El final de la amenaza

Eso sí, el final que fue ideado originalmente por Wells, en el que los seres de otro mundo morían por culpa de las bacterias, se respetó en ambas películas, una forma de acabar la historia que tenía tanto sentido a finales del siglo XIX como a principios del XXI. Porque si había una cosa que el maestro H.G. Wells quería criticar en su obra era ese peor invento de la humanidad: la autodestrucción, la guerra. Y para ello recurrió precisamente a la naturaleza para decirnos nuestro lugar en el mundo. Para un servidor, quizás sea el mejor clímax que haya visto en historia alguna.


Un clímax (o más bien anticlímax) por cierto que siempre ha sido muy criticado y sin embargo es terriblemente acertado tanto a nivel científico como a nivel narrativo. Quizás hoy en día estamos acostumbrados a la ciencia-ficción mucho más de lo que lo estaba la sociedad de hace un siglo, pero el hecho de que hayamos visto en Space Operas y similares que se pueda hacer una lectura de la atmósfera tranquilamente para ver si es mortal para los conquistadores es algo que no tiene por qué ser realista, aparte de anular completamente el sentido dramático del final. A día de hoy uno puede morir tranquilamente si se da un paseo por el Amazonas, lo que ocurre es que se ha ido tantas veces ya que se conocen los posibles males que pueden atacar nuestro organismo, por lo que hemos inventado vacunas. En el caso de las “bastas inteligencias”, como decía Wells, que vienen a nuestro planeta, no creo que vengan de vacaciones de vez en cuando, y aún así, las bacterias y los virus mutan a una velocidad increíble, cosa que puede resultar letal en cuestión de semanas cuando antes no lo era.


El hecho de que los seres bacterianos sean los organismos más diminutos de nuestro planeta no significa que sean insignificantes. Al final la lucha contra el invasor no la gana ni la inteligencia, ni el amor, ni la valentía, ni ninguna otra característica normalmente adjudicada al supuestamente superior ser humano, lo que dota al mensaje un claro carácter ecológico o naturalista antes que religioso, si bien también pueden encontrársele connotaciones relacionadas con el cristianismo. Como dice el narrador al final de la obra,

“Desde el momento en que los invasores aparecieron, respiraron nuestro aire, comieron y bebieron, estuvieron condenados. Tras fracasar las armas y los recursos del hombre, fueron reducidos, destruidos, por las criaturas más diminutas que Dios, en su sabiduría, puso sobre la Tierra. Mil millones de muertos hicieron al hombre acreedor a su inmunidad, al derecho a sobrevivir entre los infinitos organismos de este planeta, y ese derecho es nuestro ante todo adversario, pues el hombre no vive, ni muere, en vano.”


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