sábado, mayo 24, 2008

REVIEW: INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL




Indiana Jones ha vuelto después de casi 20 años de espera, y como no podía ser de otra forma, lo hace por todo lo grande.


Adéntrate en esta review para desentrañar los secretos de la Calavera de Cristal



Desde que la primera película de la serie se estrenara en las salas en 1981, el nombre de Indiana Jones se ha convertido en sinónimo de aventura. El intento de Steven Spielberg y George Lucas de hacer su propio James Bond no sólo se distinguió notablemente de las películas del espía inglés en tono, si no que conseguían crear a un nuevo personaje que quedaría para siempre impregnado en las mentes de los espectadores. Gracias a dios se inclinaron por Harrison Ford tras la negativa de Tom Selleck. Hoy es imposible imaginarse a Indy con bigote…


Muchos años, tres películas y una serie de televisión han pasado desde entonces, y en todo ese tiempo hemos tenido copias de Indy hasta la saciedad. Algunas de estas películas nos hacían disfrutar con nostalgia de forma parecida lo que habíamos vivido con nuestro arqueólogo favorito, aunque fuera básicamente un clon bastardo de éste, como ocurre con La Momia de Stephen Sommers. Pero otras, no llegaban ni a ser entretenidas pese a calcar la fórmula que tanto éxito había dado a Spielberg y Lucas, como es el caso de Tomb Raider. Tanto un caso como el otro hacía que volviéramos a casa deseando encender el vídeo o el DiViDí para rememorar por quincuagésima vez la sagrada trilogía.


Pero por muchas películas sucedáneas que estrenaran y por muchas veces que viéramos las antiguas, echábamos de menos a nuestro Indy. Y George y Steven lo sabían perfectamente, y como son unos románticos los dos, sabían que tenían que volver a revivir esa experiencia. Por ellos y por nosotros, que dinero tienen bastante como para pasar de ello y no sobre explotar algo tan querido, si no que en ambos casos es la nostalgia la que nos ha traído de vuelta las aventuras de este personaje.


Y en gran parte del film, nostalgia es lo que se respira. De nuevo entran en juego elementos ya clásicos de las películas predecesoras a El Reino de la Calavera de Cristal: el fundido de la montaña de la Paramount, recordatorios de otros personajes de la saga, guiños de sucesos anteriores, el mcguffin arqueológico, templos con sus mecanismos, malos malísimos,… En cuanto a eso, Indiana Jones no defrauda, y mira que el protagonista tiene unos cuantos añitos encima, pero cuando se enfunda el sombrero en la cabeza, se siente como pez en el agua. Harrison está sobresaliente en su vuelta como el famosísimo arqueólogo, y de nuevo, vuelve a rezumar carisma en altas dosis para que nadie del público pueda resistir sus encantos. Y por supuesto también es más que agradable el regreso de nuestra chica-Jones favorita, que no podía ser otra que Marion Ravenwood interpretada por Karen Allen, que aunque no tiene un papel muy largo, dota el film de momentos estelares, sobretodo por los hilarantes diálogos que mantiene con Indy y el renacer de su romance.


Aun así, algo en Indiana Jones ha cambiado. Ya no está en los años 30, ya no hay nazis. No hay guerra mundial pero surgen nuevos elementos. La película nos sitúa en los años 50, en plena época de la guerra fría, cuando el temor a que cualquiera pudiera ser un comunista estaba a la orden del día y la sombra del poder atómico acechaba a unos paranoicos Estados Unidos. Todo esto se ve plasmado en el brillante comienzo de la película, que no deja un segundo para tomar el aliento y en el que la pareja creadora del film representan estos elementos de forma cínica y a veces paródica. El caso más claro es el de la ciudad “fantasma” que descubre el Dr. Jones tras su escarceo con los rusos. Sin contar demasiado, hay que decir que Spielberg y Lucas dejan claro lo absurdo de algunas de las ideas de la época (como esos vídeos de prevención de la bomba en los que se decía “agáchense y cúbranse” para salir ilesos de una explosión nuclear) dando lugar a uno de los momentos más pulp de la película y en el que se nos confirma la vuelta del aventurero por el que no pasan los años. La excentricidad y lo irreal de la situación me arrancó las carcajadas más fuertes de toda la película, aunque no serían las únicas.





Por supuesto, Indiana Jones sigue tomando la herencia de esos seriales matinales que a los directores habían impactado de pequeños, solo que esta vez, en lugar de coger elementos de El Zorro, el Conde de Montecristo y Las Minas del Rey Salomón, se basan en Tarzán, La Tierra contra los Platillos Volantes o El
Fantasma. La ciencia–ficción en forma de cómics destronaba en aquella época a los temas religiosos en revistas; y por supuesto, en todas esas historias ahora aparecían comunistas encubiertos en lugar de nacionalsocialistas de opereta.


Cabe destacar cada una de las piezas de acción que tiene el film y el incansable ritmo de éste. A estas alturas, cualquiera sabe que Spielberg es un maestro en estas artes, pero se le echaba en falta en el terreno de las aventuras, y nadie mejor que el que las reinventó para volver a darles una vuelta de tuerca. Aquí no hay ralentizaciones estilo Matrix ni demasiada confianza en el CGI (aunque ciertamente hay tomas de la ILM que quitan el hipo y que utilizan la última tecnología), si no que las escenas más divertidas y arriesgadas son las que están grabadas a la antigua usanza, como las antiguas películas de capa y espada, como sucede en la secuencia de la persecución por el amazonas. Por supuesto, también hay lugar para las sorpresas, y si uno ve esta película con los ojos de un niño, desde luego te deja pegada al asiento.


Otras de las nuevas inclusiones son los personajes secundarios que acompañan a Indiana Jones en sus aventuras. Ray Winstone hace un personaje entrañable/odioso que juega con el espectador y que es un claro ejemplo de personaje arquetípico de las historietas pulp. Por otro lado, Cate Blanchett crea un personaje malvado digno de las mejores películas de Bond, pero que está deliciosamente dibujado como una villana de cómic, a destacar su característico peinado y el hecho de que siempre lleve un estoque consigo. Pero la entrada más destacable en la serie, sin duda, es el personaje interpretado por Shia LaBeauf, Mutt Williams, un rebelde chupa de cuero que doma su cabello con el peine en cuanto tiene ocasión. La verdad es que el nivel de química entre Mutt e Indy es de lo mejorcito de la película, y demuestra una vez más que LaBeauf es un talento creciente que debe ser tomado en consideración. No consigue quitarle el carisma a Indiana, pero desde luego se queda cerca. Sus momentos más brillantes son más de los que pude contar, pero uno de mis favoritos es cuando arma una pelea “tupes” contra “pijos” tipo Grease en un bar de batidos.


Hay que decir también que quizás esta entrega no vaya a ser de las favoritas del público. Este nuevo cambio de escenario y de temática no lo entenderá el más común de los mortales aunque para un servidor tenga todo el sentido. Por otro lado, hay muchos momentos hilarantes en la película, que en muchos casos quizás hacen de La Última Cruzada mi favorita, pero que en La Calavera son más intensos y exagerados. De la misma forma, los casos bizarros de El Templo Maldito también tienen su reflejo aquí, y sé de buena tinta que tampoco es la favorita del público. También está el hecho de que la partitura de John Williams, resultando excelente como siempre, no tiene unos temas tan icónicos como los que se pueden escuchar en la antigua trilogía, o por lo menos después de un primer visionado, por lo que habrá que esperar un tiempo para ver si son capaces de impregnarse en el espectador cuando salga en DVD.


Pero lo que juega más en contra El Reino de la Calavera de Cristal no es ninguno de estos elementos en particular si no de la incapacidad del espectador de sentarse a disfrutare esta película de la misma manera en la que ya lo había hecho hace años. Cuando antes uno veía como unos nazis de cera se derretían a velocidad súper rápida, sólo veía de forma repulsiva pero justa un castigo de los villanos de la película. Esta vez, al salir de la sala, podía oír comentarios de mucha gente de cómo “los efectos cantaban aquí” o “eran súper obvios allá”. Yo puedo decir que soy bastante ducho en este campo por temas profesionales y sólo era capaz de meterme en la historia.


Al final, somos nosotros los que hacemos que la experiencia de revivir nuestras emociones con estas películas valga la espera de casi dos décadas. Como dijo Lucas antes de que se estrenara la película “mucha gente espera que esto sea el nuevo advenimiento de Cristo, pero no es así. Se trata sólo de una película”. Menos mal que siempre he preferido las películas a la religión…



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domingo, mayo 11, 2008

REVIEW: SPEED RACER




Los hermanos Wachowski dejaron maravillados al mundo entero con su Matrix, aunque luego con sus secuelas el público y la crítica se dividieron en dos bandos. Ahora vuelven a ponerse en las sillas de director para hacer un cambio total de lo que es su registro hasta ahora y nos traen Speed Racer, una película para toda la familia.

¿Conseguirá Speed llegar el primero a la meta o tendrá un reventón antes de terminar la vuelta?



Empiezo yendo al grano: Speed Racer es una película especial. Y con especial no me refiero a “rarita” o “de culto”, me refiero a que realmente se separa del resto de películas para dar una sensación fresca y gratificante. A estas alturas casi todo el mundo habrá visto los trailers y los clips de TV, y seguramente ya estará empezando a haber críticas desfavorables que más bien son prejuicios dañinos. Que si los colorines que tiene pueden dar dolor de cabeza todo lo que dura el film, que si los Wachowski demostraron que no tenían talento con las secuelas de Matrix (¿?), que si es una copia del videojuego F-Zero, que si será muy infantil, que si bla, bla, bla,…


A todos los que piensen esto para de alguna manera mantenerse alejado de los cines para verla antes de opinar sólo puedo decirles que me dan pena. Y no digo esto con todo el desprecio del mundo, si no que realmente me compadezco de esas personas porque el niño que tienen dentro y que se siente atraído por el cine está muerto y enterrado. Si realmente hay una lista de directores capaces de hacer lo impensable y salirse de la línea marcada por los demás, los Wachowski seguramente estarían de entre los primeros de esa lista, y Speed Racer es imaginación y amor al cine en estado puro.


Ya con el comienzo de la película se puede respirar no sólo el respeto, si no la tremenda admiración que los hermanos tienen por la serie de dibujos animados en la que se han basado. El tema principal que aparecía en la obertura de la serie está ahí de manera clara pero elegante gracias a un Michael Giachino que está convirtiendo en uno de los compositores más sobresalientes y que casi se podría decir que mejora con cada nueva partitura. Los colores que son aún más vibrantes que cuando los dibujos se estrenaron allá por los años sesenta, conforman una fotografía excepcional que pronto será copiada hasta la saciedad, todo gracias al saber hacer del director de fotografía David Tattersall. Y por supuesto cada actor, cada personaje, que se pasea por delante de la cámara parece formar parte de ese mundo fantástico que los Wachowski y su equipo se han esforzado tanto en crear. Cuando uno ve este mundo por primera vez puede sentir como que no es realista, pero es porque nuestra mente sabe perfectamente que no puede existir. Sin embargo, ese mundo nos atrapa en esos primeros minutos de manera que cuando pasen dos horas no queramos salir nunca de él. De hecho, cuando la película acabó, me monté en mi Wolkswagen Golf (blanco, por supuesto) y lo convertí en mi Match 5 para volver a casa revolucionado, viendo pasar las luces de colores a mi alrededor. Mi mundo había cambiado, pero ahora echaba de menos los botones de salto y acrobacias en el volante…


La narrativa y los efectos especiales también están fuera de serie. Aunque la mayoría de las veces están hechos para hacernos sentir nostalgia no sólo por el antiguo Speed Racer, si no por todos esos dibujos animados que disfrutábamos de pequeños, hay varios momentos en los que no se parecen a nada que hayamos visto anteriormente. El car-fu o lucha acrobática de los bólidos en plena carrera es impagable, y seguramente no se verá nada parecido en los años que vienen. Coches saltando, patinando y dando vueltas de campana uno pegado al otro como si fuera un delicado pero violento ballet es algo que vale muchísimo la pena ver. Cada decorado y cada circuito es tan irreal y completo que no me gustaría dar ni un solo detalle para el que vaya a verla se sorprenda tanto como yo por sus texturas y sus detalles. Si crees que en esta película pasa como con Iron-man en cuyos trailers se ve cada una de las escenas de acción que van a aparecer en la película, estás muy equivocado.

Pero donde muchos pensarían que esta película está hecha para hacer ruido y confundirnos con planos mareantes (cosa que no es cierta, ya que los planos están perfectamente medidos), Speed Racer sorprende más demostrando que no es un producto vacío, si no lleno de corazón. Servidor fue pensando que era una película para niños, pero salí convencido de que era una película familiar. Aunque la cinta está plagada de humor, sobretodo de parte de los personajes Spritle y Chim-Chim (el chimpacé), Speed Racer nunca llega a ser sonrojante, si no más bien simpático. Aunque en lo que tenía más miedo era con las escenas serias o dramáticas, ya que suelen ser el punto débil de todas las películas destinadas también a los más pequeños y Speed Racer me ha sorprendido con una historia sin moralinas descaradas, tramas excesivamente simplistas y dinámicas familiares empalagosas. En ningún momento sentí la más mínima vergüenza por ver u oir lo que tenía delante, más bien lo que narra la película me llegó con tanta o mayor intensidad de lo que podía llegar al niño de 12 años que tenía sentado enfrente.


Los Wachowski no nos vuelven a contar la historia del joven que se pervierte por el camino de la competición porque lo único que quiere es ganar hasta que su familia le ayuda para darse cuenta de que no es lo más importante. Speed Racer no va de eso. En una sociedad donde se alaba la frialdad y en la que hay que ser más caradura o más hij****a para llegar a la cima, lo que nos cuenta esta película es más el no caer ante estos individuos que se creen que lo controlan todo. El coraje, el talento y el amor son el combustible indispensable para demostrar que uno no tiene que desfallecer por mucho que le digan que la honestidad no tiene nada que hacer en este mundo.


Recomiendo esta película a absolutamente todo el mundo, desde familias enteras hasta cualquier cultureta gafapastas que se crea que sabe mucho de cine. Si con Iron-man quedaba inaugurada la temporada de verano, con Speed Racer no puedo estar más contento de que se confirme la buenísima temporada que nos espera.


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viernes, mayo 02, 2008

REVIEW: IRON-MAN



La primera de las películas Marvel de este año se ha presentado ya en nuestras salas como pistoletazo de salida a la temporada veraniega.


¿Estará a la altura Marvel Studios ahora que se produce sus propias películas? ¿Podrá Jon Favreau dar vida de forma decente al vengador de hierro?


Las respuestas en nuestro review.


Iron-man ha sido siempre uno de los buques insignia de la Marvel, gracias a los lápices y pinceles de Stan Lee y Jack Kirby, y ha sido uno de los personajes de cómic que han tenido mayor relevancia en los últimos tiempos en el universo de la Casa de las Ideas, sobretodo gracias al macro evento comiquero que muchos ya conocéis: la Civil War. Pero echando a un lado a los compradores habituales de comic books, el hombre de hierro no es que sea uno de los superhéroes más conocidos por la audiencia mainstream.


Esto complica las cosas a la hora de adaptarlo a la pantalla grande, ya que un personaje con tanta historia (casi 40 años) ha tocado ya gran variedad de temas que resultan más que relevantes: la conciencia, la identidad secreta, la venta de armas y militarismo, el capitalismo, el alcoholismo,… Son muchas cosas que el público debe saber a la hora de empatizar con el superhéroe y su alter-ego Tony Stark; y por supuesto hay que mezclar todo esto con buenas dosis de acción y de humor en una película para que la gente no se aburra. Por suerte, Favreau y los guionistas Mark Fergus y Hawk Ostby han sabido tocar las teclas adecuadas.


Iron-man es capaz de mezclar todos los ingredientes necesarios y salir victoriosa, sobretodo gracias a una excelente elección de los actores, un ritmo que nunca decae y unos fabulosos efectos especiales cuyos gráficos por ordenador son casi imposibles de discernir de los efectos prácticos y animatrónicos. Estos últimos cortesía de la ILM de Lucas y del Stan Winston Studio, que para los que no los conozcan dieron vida a ciertos reptiles prehistóricos en una película del director de Indiana Jones…


De entre los actores, el que más destaca es, como no podía ser de otra forma, Robert Downey Jr. en el papel protagonista, que lleva todo el peso de la historia en esta película y aún así es capaz de no caer gordo al espectador. El egocéntrico, playboy y perfeccionista fabricante de armas Tony Stark le viene como anillo al dedo, y su simpatía hará las delicias de los espectadores. Eso sí, su evolución en el guión no es muy clara, y aunque se ve un punto y aparte en el personaje, la película no subraya demasiado el tema en concreto por el que se vuelve superhéroe, que no es otro que el descubrimiento de que sus armas no sólo sirven a la defensa de su país. Quizás Favreau quería ir al grano en esta primera parte para luego profundizar más, quién sabe…


Los demás: Jeff Bridges, Gwyneth Paltrow y Terrence Howard están más que correctos en sus respectivos papeles, ya que aunque en la mayoría de los casos se nota que son arquetipos, sus actuaciones y la manera en la que éstos se desarrollan en la trama les dan dignidad gracias a una segunda dimensión. El ejemplo del personaje de Paltrow, Pepper Potts es uno de los ejemplos más claros, ya que al contrario que en muchas adaptaciones de superhéroes, el personaje femenino no va a servir meramente de “doncella en peligro” o de “interés amoroso”, por lo que se reducen algo más los tópicos en esta película.


En cuanto al aspecto estético de la película y dejando aparte a los casi perfectos efectos especiales, decir que la escenografía y la dirección de fotografía están muy conseguidas, y que es muy de agradecer ver cambios tan notables en distintos puntos de la historia. Al contrario de lo que sucede en Spider-man donde solamente podemos regocijarnos de lo increíble que es Nueva York, en Iron-man vamos desde tremendos y brillantes edificios futuristas hasta poblaciones en guerra llenas de ceniza en suspensión de algún lugar de Afganistán. Pero lo que es una auténtica delicia son los diseños de los tres trajes que el héroe llevará en la historia: el aparatoso y kirbyesco Mark I, el cromado y veloz Mark II y el icónico y perfeccionado Mark III; cada espectador tendrá un traje favorito, os lo aseguro. Eso si son capaces de decidirse por uno.


La historia, como he comentado más arriba apenas nos deja un respiro, y si bien la aparición del Iron-man definitivo no se deja ver hasta el último acto de la película (así como el villano Iron Monger), el personaje de Stark nos tiene tan cogidos hasta que eso ocurra que no nos importa. Desde sus fiestecillas y excentricidades del comienzo de la historia hasta su devota “marginación” a su garaje privado para crear la armadura, en la que ayudará su mayordomo virtual Jarvis. El proceso es rápido pero interesante, y no le faltan sus pizcas de humor para arrancarnos una carcajada de vez en cuando, como cuando mantiene “conversaciones” con los robots que le ayudan a construir el traje. Por otra parte, la historia está plagada de referencias al cómic, desde la primera aparición hasta alguna conversación sacada de números más recientes como el arco argumental “Extremis” en la que el hombre de hierro se pone su armadura más moderna. Atención también a la aparición del cuerpo gubernamental S.H.I.E.L.D. (que en español está traducido como Escudo), ya que podría dar juego en siguientes continuaciones.


La película en conjunto resulta finalmente más que entretenida, ya que aunque hay grandes dosis de humor y de acción y la historia fluye rápida y naturalmente, el director y los actores se toman seriamente lo que esta película tiene que contar, por lo que podría decirse que está entre las mejores aportaciones al género. Aún así, sería mentira si dijera que es la mejor adaptación de superhéroes (ni siquiera de la Marvel), ya que ese puesto está reservado para películas que no sólo se toman la molestia de entretenernos y de tomarse en serio, si no que son capaces de profundizar más en los personajes y los temas que presentan. Películas en las que tememos por los protagonistas y sus aliados y cuyos antagonistas nos suscitan odio y admiración a partes iguales. Películas que son capaces de hacerte reír y llorar en el transcurso de dos horas. Películas como Batman Begins y Spider-man.

Entonces, ¿vale la pena Iron-man? Por supuesto que sí, y de hecho es de lo mejorcito que se puede ver estos días en la pantalla grande y una excelente adición al panteón películero de superhéroes que ya promete para su siguiente parte.


¡Ah! Por cierto, ni se os ocurra moveros de la butaca hasta que no os traguéis los créditos, que la escenita que viene después vale su peso en oro...


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