domingo, noviembre 25, 2007

REVIEW: BEOWULF



Por fin ha sido estrenada la última película de Robert Zemeckis que supone un punto y a parte en la historia del cine, la épica Beowulf. ¿Valdrá la pena la espera?


Beowulf sigue la estela que Zemeckis ya comenzó en la criticada Polar Express y con la oscarizada Monster House para dar vida a una historia cuyos actores están pero no frente a nuestros ojos, o por lo menos no como estamos acostumbrados a ver, gracias a la tecnología de la captura de movimiento. Y por si fuera poco, ésta es una de las primeras películas que se estrenan en 3D digital, haciendo que cada vez más salas de cine quieran dar el gran salto para instalar proyectores digitales en sus salas. Aunque aún la experiencia no sea perfecta y necesite pulirse un poco, lo que me sorprendió es que pude estar dos horitas viéndola sin cansarme, aunque no le pasa a todo el mundo.




La nueva obra de Zemeckis es una delicia visual gracias a todo esto, y había mucha gente que se preguntaba el por qué de que esta película tenía que usar el mo-cap en lugar de hacerlo de forma real cuando el presupuesto (unos 150 millones de dólares) no distaba de lo que le hubiese costado de la forma tradicional. Tras acabar la película, cómo mínimo, a muchas personas se les olvidaba hacerse esta pregunta. Los paisajes nítidos y fantásticamente diseñados, los planos imposibles, el envejecimiento de los personajes que no podrían haberse hecho de ninguna manera con maquillaje son elementos muy a tomar en cuenta para comprender por qué el director que fue el "niño mimado" de Spielberg ha optado por esta técnica. Beowulf mismo, es un héroe según los antiguos patrones clásicos, como en los mitos griegos o nórdicos, cincelado cual poderosa escultura de dos metros por lo menos y que le saca tres cabezas al más alto de los personajes que le acompañan. O mi favorito Grendel, interpretado por un desquiciado Crispin Glover, que demuestra que con la gestualidad se da a entender más que con la palabra. Aún así, hay gente que desde que se anunció la técnica que iba a seguir Zemeckis, tenía el prejuicio de que la animación era irreal y que los personajes parecían maniquíes huecos de sus homólogos humanos. Hay que decir que aunque los personajes en esta película no son 100% realistas, el punto es que Zemeckis tampoco buscaba confundir a la audiencia exactamente y trataba que se pareciera más a una especie de realidad deformada, casi pictórica, para retratar su historia. Es una pena ver que como ya casi han pasado veinte años desde que se usaron los gráficos generados por ordenador, la gente se ha acostumbrado a ello y sólo trata de buscarle defectos antes que pensar en la inmensa labor que hay tras cada elemento que se ve delante de la pantalla, cuando antes se maravillaba con las poligonales motos de Tron.

¿Pero es Beowulf sólo una prueba más del avance de la tecnología? Desde luego que no. De hecho, la tecnología aunque propone una experiencia totalmente única en las salas de cine, se habría quedado como algo anecdótico si no fuera por el contenido. Al igual que en Polar Express, Zemeckis se ha valido de una historia corta y más simple en estructura para seguir experimentando con esta nueva forma de hacer cine, pero el parecido termina aquí. Mientras que en el primer caso era un cuento unidimensional para niños, Beowulf es un cantar épico lleno de acción y de referencias para adultos. De hecho se podría tratar a Beowulf como la primera película de animación para adultos, si dejamos a un lado algunos filmes especialitos como South Park o Aqua Teen Hunger Force.


Lo mejor de Beowulf sin duda es que gracias a la maestría de Zemeckis y de la labor de los guionistas Roger Avary y Neil Gaiman mezcla lo más nuevo en cuanto a contar historias se refiere con uno de los poemas épicos más antiguos que se conocen de la historia occidental. Zemeckis se convierte en dos horas en un bardo que va a tu ciudad a contarte las grandes hazañas del héroe Beowulf, con moraleja incluida. No hay ninguna película que yo conozca que te deje la misma sensación al verla que cuando se lee un relato genuinamente mitológico. La simple estructura en actos que coincide con la lucha del héroe contra un monstruo, el héroe en busca de gloria que se topará con su destino y será destruido por culpa de su talón de aquiles pero se convertirá en leyenda o la hipérbole a la hora de contar historias son algo imprescindible de esta película. En el último de los casos, por ejemplo, nos da lugar a una escena que desde ya es un clásico, y es la exagerada versión de Beowulf cuando perdió contra Breca en una carrera a nado. Es de esas escenas que bien valen el precio de la entrada, además que concentra en unos minutos la esencia de toda la película.






La historia se desvía claramente del poema original en algunos puntos, pero Avary y Gaiman han probado que una pequeña actualización al mito le viene pero que muy bien, además que provoca una cierta reflexión a la hora de redescubrir historias que tenemos como clásicas sin perder la esencia que las han hecho perdurar durante siglos. El hecho de que el personaje sea más brabucón que heroico en primer lugar (lo que le acerca más de lo que parece a Aquiles o Heracles) o que no haya un villano claro en la historia son prueba de ello. Esta doble dimensión de los personajes hace que despunte de las típicas historias a las que estamos acostumbrados, y ya no sólo de las antiguas, sino también de las películas más recientes. Al contrario que en películas como 300, donde lo importante es sólo la idea o el hecho concreto en cuestión, y donde la hipérbole alcanza cotas horteras mezcladas con frases perfectas para poner en el messenger, en Beowulf es importante todo el conjunto y cada personaje, que tiene que aportar mucho más de lo que nos parece la primera vez que lo vemos, todo ello uniendo una narrativa clásica con la realización más moderna (y sin interminables escenas a cámara lenta, todo sea dicho).


Quizás el problema de Beowulf está en que es demasiado abrumadora en general como para digerir bien la historia mientras se disfruta en la sala del cine. Existen demasiados conceptos por explorar, desde la incursión cristiana en las vidas de los daneses de la época, como el resultado de la "vergüenza de Beowulf", pero en el momento son eclipsados por el pasmoso ritmo que mantiene Zemeckis aderezados con las impresionantes escenas de acción. Hay quien se queja de que hay algunas escenas de diálogo que se hacen algo lentas, pero yo las veo imprescindibles en primer lugar para tomar aire tras las escenas más moviditas y luego para parar a pensar sobre lo que está ocurriendo mientras que conoces un poco más a los personajes. La mayoría de los personajes dan en primer lugar una impresión de que se adaptan a moldes preestablecidos, pero luego se desarrollan de tal forma que se desvían de esos arquetipos. El más evidente es el personaje de John Malkovich, el consejero del rey, que en un principio parece una copia de Lengua de Serpiente de El Señor de los Anillos para luego convertirse en algo totalmente distinto.


Hay mil cosas que destacar en la película, pero desde luego también se merecen una mención especial el diseño de producción de Doug Chiang, que ha creado un dragón cuyo aspecto (y toda la escena) pasará a la posteridad, y la espectacular banda sonora de Alan Silvestri, como no podía ser menos. Podéis escuchar el tema principal de la película en la primera pista del reproductor cortesía del tito Riptor.





Mi conclusión: hay que verla. Aunque sea sólo por la experiencia vale la pena, aunque habrá más de uno que sólo se quede con eso.

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