De acuerdo PulpoManíacos, este cortito de animación que os traigo no es que sea muy Pulp precisamente... Pero realmente es una delicia.
Y como no hay nada mejor un domingo por la tarde que ver este tipo de cosas, pues ahí os lo dejo.
Realmente llevaba mucho tiempo buscando este corto llamado Harvey Krumpet para unirlo a mi extensa colección, pero nunca lo encontré. Incluso con medios "no muy legales". Pero gracias al inabarcable YouTube he podido verlo tres años después de disfrutarlo la primera vez. Y sigue siendo tan impactante y modesto como yo lo recordaba.
Para poneros un poquito en antecedentes, Harvey Krumpet fue realizado por el realizador australiano Adam Elliot, contando con la ayuda de Geoffrey Rush como narrador. En el 2003, Elliot ganó merecidamente (como veréis a continuación) el Oscar a mejor cortometraje de animación, y en estos momentos acaba de terminar su primer largo realizado con la misma técnica: Max & Mary.
¡Ah! El corto está en english, y aunque no hace falta mucho conocimiento para entenderlo (sólo habla el narrador de vez en cuando y las imágenes hablan por sí solas), he visto que en Blogdecine tenían una bonita traducción, así que la fusilo literalmente para los que no estéis muy puestos en el idioma.
No quiero deciros mucho más sobre este corto, aparte de que en su duración cercana a media hora nos hace un retrato agridulce pero tremendo sobre la vida del que mucha gente debería aprender. Espero que lo disfrutéis.
"Harvie nació en Polonia de un padre leñador y una madre minera. Creció fuerte y sano, pero pronto notaron que tenía peculiaridades, como sus tics o la manía de tocar los objetos y a la gente. Descubrieron que padecía el Síndrome Tourette, que consiste en la incapacidad de reprimir los impulsos, como si éstos fuesen estornudos.
En el colegio a Harvie le llamaban duro de mollera y se hizo amigo de “Mocos”, un chico tartamudo con problemas por las secreciones de su nariz. Así que la madre decidió sacarlo de la escuela y enseñarle ella. Aunque era algo analfabeta conocía muchos “echos” y así Harvie aprendió “echos” que apuntaba en su cuaderno.
Según Harvie crecía, la madre se reducía y aumentaba su locura. A veces lo confundía con un extraño. Harvie siguió los pasos de su padre. Le gustaba trabajar con las manos, pero a veces quería estar solo con sus problemas. Soñaba con que las cosas cambiasen y lo hicieron: se encontró la casa destruida y a sus padres congelados. Los alemanes invadieron Polonia y Harvie se embarcó para Australia donde alquiló una casa en las afueras con 11 inmigrantes más.
Trabajó de basurero y ahorró. Por las tardes aprendía inglés viendo la tele. Vio una película de Busby Berkeley. En el trabajo intentó hacer amigos, pero no era fácil. Uno de ellos le partió el cráneo y los doctores le insertaron una placa de metal que le dejó una cicatriz como la de una lobotomía.
Dejó el basurero y probó otros trabajos. Le alcanzó un rayo, pero sobrevivió y salió en el periódico local. Tenía asma, pero entonces no se conocían los riesgos de fumar y la doctora le recomendó que fumase más. Años más tarde ella murió de enfisema justo cuando se descubrió lo peligroso que era el tabaco.
La placa de Harvie se magnetizó a causa del rayo y volvió a salir en los periódicos. Se creía tan desafortunado que pensó en rendirse, pero escuchó las palabras “carpe diem” y eso le cambió la vida. Se convirtió en nudista, vegetariano y se unió a una liga por la liberación de los animales.
Pero entonces le tuvieron que extirpar un testículo por cáncer. En el hospital, conoció a Valerie, se enamoró de ella y se casaron. Como Harvie era estéril decidieron adoptar a una niña sin manos a la que llamaron Ruby. Harvie le enseñó lo que sabía del mundo. Ruby se licenció como abogada y puso un bufete en EE. UU. para ayudar a los minusválidos.
En el 65º cumpleaños de Harvie, Valerie murió y Harvie se volvió a quear solo y perdió el juicio. En el asilo compartía habitación con un anciano llamado Hamish. Le prohibieron desnudarse. Había una parada para que los ancianos esperasen a un autobús que nunca llegaría. Se deprimía, le daban Prozlac, pero lo único que le alegraba eran las cartas de Ruby. Una noche decidió acabar con todo. Pero de vuelta a su cuarto se encontró con una mujer con cáncer a la que no conocía. Wilma fue quien tomó la morfina y Harvie decidió que disfrutaría de lo que le quedaba de vida y que esperaría al autobús, aunque supiese que no iba a llegar."
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